viernes, agosto 01, 2008

La estupidez como origen -o sustrato- del mal

Hannah Arendt acuñó la célebre expresión “la banalidad del mal” para referirse a la imbecilidad moral de que hizo gala Adolf Eichmann durante el juicio al que fue sometido –como criminal de guerra- en Israel.

El tipo insistía una y otra vez en que él solamente se había esmerado por hacer bien su trabajo, sin preocuparle en lo más mínimo el hecho de que, gracias a su celo de funcionario, decenas de miles de personas inocentes –que él se encargaba de enviar a las cámaras de gas de los campos de exterminio nazis- habían sufrido una ignominiosa, horrible muerte.

Las declaraciones de Eichmann ejemplifican la inconsciencia propia del malvado, que lejos de tenerse a sí mismo por malo, suele estar convencido de que actúa bien, porque su mirada está volcada sobre sus propios ojos, lo que lo protege de sentir compasión por aquellos a los que hace daño. Eso lleva a decir a Susan Neiman en “Moral Clarity”, que el mal, más que de una malicia diabólica, a menudo es el producto de una insensibilidad brutal.

Es poco atractivo para quienes, poseídos por el demonio del antropomorfismo, quieren suponer que todo acto malvado tiene un agente identificable que actúa con una intencionalidad predefinida, aceptar que no siempre es así: que el azar y el absurdo también existen -y actúan.

Lo verdaderamente aterrorizante comienza cuando el lenguaje se nos acaba y entramos en el dominio de lo arbitrario, de aquello que no es posible anticipar ni manejar.

Desde el corazón de las tinieblas resuenan las palabras del Coronel Kurtz:


“It's impossible for words to describe what is necessary to those who do not know what horror means. Horror. Horror has a face... And you must make a friend of horror. Horror and moral terror are your friends. If they are not then they are enemies to be feared. They are truly enemies.

I remember when I was with Special Forces... Seems a thousand centuries ago... We went into a camp to innoculate the children. We left the camp after we had innoculated the children for Polio, and this old man came running after us and he was crying. He couldn't see. We went back there and they had come and hacked off every innoculated arm. There they were in a pile... A pile of little arms. And I remember... I... I... I cried... I wept like some grandmother. I wanted to tear my teeth out. I didn't know what I wanted to do. And I want to remember it. I never want to forget it. I never want to forget. And then I realized... like I was shot... Like I was shot with a diamond... a diamond bullet right through my forehead... And I thought: My God... the genius of that. The genius. The will to do that. Perfect, genuine, complete, crystalline, pure.

And then I realized they were stronger than we. Because they could stand that these were not monsters... These were men... trained cadres... these men who fought with their hearts, who had families, who had children, who were filled with love... but they had the strength... the strength... to do that. If I had ten divisions of those men our troubles here would be over very quickly. You have to have men who are moral...and at the same time who are able to utilize their primordial instincts to kill without feeling... without passion... without judgement... without judgement. Because it's judgement that defeats us.


Sin embargo, y a pesar de todos los pesares, no podemos perder de vista que la bondad, la abnegación y el heroísmo también existen.

Justamente una de las facetas más propias y nocivas del mal es convencernos de que "las cosas tienen que ser así" y que no es posible actuar de otra forma. Al proponerse como alternativa única, por una parte niega implícitamente la posibilidad del bien y, por otra, convierte lo contingente en necesario. Esa obcecación y la ceguera que la acompaña, impiden ver otras posibilidades. El mundo se estrecha; la realidad se va reduciendo a una miríada de puntos desconectados, en lugar de una rica trama de sentido... El malvado no escucha más que su delirante voz interna... ¿Verdad que eso se parece sospechosamente a la estupidez?

Tal vez, a fin de cuentas, el verdadero problema sea ese.

jueves, junio 19, 2008

Racionalidad: filogenia y ontogenia (esbozo)


La frágil racionalidad de nuestra especie fue el resultado de millones de años de lenta evolución de la especie y, en particular, de nuestro cerebro. Tendemos a pensar, empero, que es un rasgo ingénito, porque la mayoría de las personas operamos con una escala de tiempo cuyo metro patrón es la duración aproximada de la vida humana. Así, fenómenos muy recientes en términos históricos, son percibidos como algo connatural a los seres humanos, como si “siempre” hubiesen estado ahí.

Por ejemplo, el amor cortés, que introdujo un elemento radicalmente nuevo en la forma de relacionarse (y de comprometerse) mujeres y hombres, tiene su origen en época tan tardía como el siglo XI. Antes de eso, las mujeres eran consideradas prácticamente como ganado. La visión del mundo patrocinada por los cultores del amor cortés llegó a su máxima expresión con ese asalto a la razón llamado Romanticismo, lo que terminó socavando una importantísima institución -el matrimonio-, que había cumplido un rol fundamental en la acumulación de riqueza y poder en Occidente, y como tal, estaba basada en la solidez del interés económico y político, en lugar de la frivolidad del ego junto con el lábil y, por tanto efímero, deseo sexual.

Si bien, la racionalidad tiene una trayectoria bastante más larga que el amor romántico, pese a su mayor raigambre, está constantemente amenazada, en un precario equilibrio entre barbarie y lucidez; sangre y neuronas; razonamiento, paralogismo y delirio; amenazada por la tradición, por el omnipresente desborde de las emociones, por la violencia, por nuestra propia historia y sobre todo por la inextinguible estupidez humana.

No hay que olvidar que las vidas de todos nosotros comienzan en la irracionalidad, y eso pesa. A algunos más, claro.

martes, junio 10, 2008

Ni monismo, ni monerías

El Retorno de los Simios

No soy el primero, ni seré el último que denuncie la arremetida del oscurantismo de corte New Age que amenaza con sepultar el último vestigio de pensamiento racional en el ámbito de lo cotidiano. Con lo que debe haberle costado a Aristóteles fundar la Lógica… No menos que lo que a Roma costó fundar su imperio, para que cayera a manos de unos brutos sanguinarios decididos a todo.

La Historia se repite una y otra vez: la fe se enfrenta a la razón, y siempre termina ganando la fe. Porque con la fe no se razona, entre otras cosas debido a que los fanáticos no pueden separarse de lo que creen sin colapsar y entonces lo que defienden no es un “argumento”, sino su propia integridad psicológica. Como a Göring al escuchar la palabra “cultura”, la mano se les va sola a la pistola y el dedo no vacila en tirar del gatillo.

Es tan arbitraria la fe que ahí está ese faro del credo quia absurdum como el ejemplo más conspicuo de su impermeabilidad a toda objeción: creo porque es absurdo… ¿Qué más puede decirse?


Monos musicales

Cualquier cosa suficientemente agitada por los medios se convierte en un must. Así, una presentación de una orquesta dirigida por un octogenario compositor deviene en acontecimiento imperdible para quienes son incapaces de apreciar la música sinfónica, no por mor de la belleza de las piezas musicales, sino para poder decir “yo estuve ahí y lo vi”. Nadie quiere quedarse atrás, aunque al final se duerman el concierto completo…


Voyeurismo primate

En un experimento realizado por primatólogos, los “sujetos”, que es como esta gente llama a los monos de laboratorio, tenían que renunciar a una ración de alimentos para poder ver imágenes del rostro del macho dominante. Pareciera absurdo pensar que un mono estaría dispuesto a prescindir de una cantidad significativa de jugo de fruta por algo aparentemente tan insulso y poco gratificante como mirarle la cara a otro mono. Pero lo cierto es que lo hacían. Que no nos sorprenda, pues, el culto que rinden a las “celebridades” en el país del Norte: los primates combinamos una curiosidad peligrosa con una capacidad casi infinita de admiración. En los primates humanos, eso es más patente en las hembras, por si alguien no se había dado cuenta.


Darwin, la Metafísica babuina y el Planeta de los Simios

El gran naturalista escribió dos años después de volver de su viaje en el “Beagle”, en 1838: “Aquel que entienda a los papiones hará más por la Metafísica que Locke”. Dado que nadie, que no sea esquizofrénico, ironiza en su cuaderno de anotaciones, esa frase aparentemente chocante, es una clara alusión a nuestra continuidad filogenética con los primates no humanos y a la posibilidad de conocernos a través de ellos, que son nuestros antepasados. Tal como van las cosas, podrían terminar siendo –de acuerdo a la Teoría de la Involución- nuestros descendientes, en un auténtico regreso al planeta de los simios.

viernes, junio 06, 2008

El solipsismo invisible de Adam Smith, la conspicua tragedia de Garrett Hardin

Una de las contradicciones más insólitas de nuestras sociedades es que nos amontonamos en ciudades que se van haciendo más y más inhabitables y, sin embargo, vivimos como si estuviéramos solos. Despreciamos los derechos de los demás, a quienes percibimos como obstáculos o, en el mejor de los casos, como material aprovechable para nuestros fines egoístas, estrechos y cortos de luces. De esa forma, estamos deshaciendo con tenacidad de insectos, uno de los fundamentos sobre los que se construyó nuestra especie: la cooperación.

El otro día vi un documental en que una colonia de hormigas atacaba e invadía un termitero con el objetivo de robarle las larvas a las termitas. La fortaleza estaba custodiada por enormes centinelas, que superaban en varias veces la envergadura física y el peso de las hormigas guerreras. No obstante, los defensores del termitero iban sucumbiendo uno a uno ante los embates concertados de la miríada de pequeñas, pero feroces hormigas. El número y la cooperación genéticamente programada podían más que la fuerza y el tamaño. No en vano los Formicidae llevan más de 100 millones de años sobre este planeta y el único lugar no insular que no han colonizado es la Antártida. Demás está decir que probablemente seguirán aquí por otros cientos de millones de años.

Un pronóstico así sería bastante arriesgado en el caso de nuestra especie. Hay que tener en cuenta que una de las características más notables de quienes, mediante la autoconciencia, se sacan el yugo de la evolución, es que abren para sí la posibilidad del suicidio. Somos únicos en la escala zoológica: solipsistas intensamente autodestructivos, lo que nos hace peligrosos, sobre todo para nosotros mismos.

Las hormigas y las termitas son insectos eusociales, esto es, vienen programados para incorporarse a una estructura jerárquica de tareas y relaciones claramente predefinidas. Viven, como nosotros, dentro de un espacio acotado, en grupos muy numerosos, cuya actividad es prácticamente incesante. La red social de estos insectos se caracteriza por una marcada división del trabajo (que incluso termina condicionando –como en el caso de las termitas centinelas- su morfología), de acuerdo a la cual, la labor reproductiva recae en un solo individuo (reina) o unos pocos individuos (reproductores secundarios), siendo el resto estériles.

A la gente que no reflexiona suele impresionarla la “organización social” de estos insectos, llegando a considerarla un paradigma deseable para los seres humanos. Otro mundo feliz…, en el que cada uno acepta su lugar dentro de la pirámide y ejecuta los trabajos correspondientes, sin cuestionar nada. Incluso, a menudo se destaca el “altruismo” de las obreras que se arrojan al fuego para preservar el hormiguero o de aquellas hormigas melíferas, que, como su nombre indica, son verdaderos odres en los que se almacenan azúcares nutritivos y que pasan su vida colgando inmóviles, mientras son cuidadas y “ordeñadas” por otras obreras.

¿Qué grado de libertad tienen esos insectos? Evidentemente, uno bastante menor, y a no dudarlo, eso no es accidental en su perduración. Al igual que en la Iglesia Católica, única organización humana que ha resistido el paso de dos milenios, la ausencia de libertad es la condición necesaria y suficiente para la mantención de la estructura. Así, la subsistencia del hormiguero está supeditada a la condición esclava de sus miembros, siendo la primera esclava, la reina, cuya misión es poner huevos para que hayan más obreras que cuiden a futuras reinas, y así sucesivamente…

Lo verdaderamente notables es que las colonias de insectos eusociales son sistemas auto-organizados, es decir, que pese a carecer de una instancia centralizada de planificación y control (una voluntad, si se me permite el antropomorfismo), sus partes componentes actúan en forma coordinada y el sistema soporta y se adapta a niveles crecientes de complejidad. Más aun: puede decirse que, en último término, son una suerte de super-organismos autopoiéticos, en la medida en que se recrean ad infinitum a sí mismos.

Volviendo al punto de partida, podría hacerse una analogía entre las megalópolis y los hormigueros, como en el documental Koyaanisqatsi. No obstante, a diferencia de las sociedades perfectas de los insectos eusociales, en que la cooperación es un subproducto automático de la definición estructural del sistema, en las sociedades humanas existe la posibilidad de aprovecharse de los demás y no cooperar. Es más: en una óptica de corto plazo, la alternativa más racional es ser un free rider, o sea disfrutar de los beneficios sin asumir los costos.

Por eso, nuestras ciudades distan mucho de ser comunidades; hasta cierto punto son meras agregaciones de individuos que viven en una perpetua guerra por aquellos recursos que no tienen dueño, en ausencia de un Leviatán que ponga límites a la codicia humana, porque el neoliberalismo nos dice que las regulaciones no son necesarias, que todo se ajusta solo, que el individuo que persigue su propio beneficio termina promoviendo el interés público.

Garrett Hardin, por el contrario, rechazó enfáticamente ese postulado de Smith en “The Tragedy of the Commons”: el acceso sin ningún tipo de restricción a los recursos comunes lleva necesariamente a una sobreutilización inicial y posterior agotamiento de los mismos. Y, así como -cuando ambos contendores no se equivocan- el juego del gato termina inexorablemente en empate, o sea no tiene una “solución técnica”, el problema del (ab)uso de los recursos comunes tampoco.

¿Tendremos que pedirle consejos a las hormigas?

viernes, diciembre 09, 2005

CURSO DE ECONOMÍA PARA 6° BÁSICO


Veo que el último apunte que escribí, ya hace varios meses, fue sobre educación. Sin proponérmelo vuelvo a este tema que me obsesiona, porque el otro día mi hijo de 12 años me comentó que en el colegio le estaban enseñando Economía. Ah, sí –le dije- ¿y qué has aprendido? Bueno, me han hablado del P.I.B., respondió y me explicó con orgullo en qué consistía ese indicador.

No quise desanimarlo, así que me guardé mi opinión hasta este momento. Para ser honesto, tendría que haberle dicho que me parece una estupidez introducir a un niño a un área de conocimientos tan importante y omnipresente como la Economía, a través de abstracciones vacías, a las que difícilmente podrá dotar de sentido. Si la mayoría de los adultos que hablan del P.I.B., no tienen la más mínima idea de qué es lo que hay detrás de esas siglas, ¿es razonable pretender que un niño parta por ese concepto en su aproximación a la Economía?


Mi curso de Economía para 6º Básico

La primera noción económica que debería aprender todo niño es esta:

Todo beneficio lleva aparejado un costo

¿De Perogrullo, no? Sin embargo, hay muchos mayores de edad que no tienen claro algo tan evidente. Y en lo que respecta a los infantes, el hedonismo corto de vista de nuestras sociedades, combinado con el narcisismo primario que no es fácil de erradicar –y que algunos no superan jamás-, explica que al menos a niños que provienen de hogares acomodados haya que decirles esto.

En la segunda lección, y como un corolario de lo anterior, les explicaría lo que significa el acrónimo inglés:

TANSTAAFL

El que lea esto dirá, “¿no está de acuerdo con que les hablen del P.I.B. y sale con esta sigla abstrusa, que suena como nombre de hobbit?” Sin embargo, su significado está lejos de las proezas épicas que suceden en la Tierra Media. En realidad es algo muy gringo, banal y preciso: "There Ain't No Such Thing As A Free Lunch", o sea “no existe algo así como un almuerzo gratis”.

En nuestra cultura presidida por el marketing, la palabra “gratis” es de uso y abuso diario. Pareciera que todo es gratis y que la vida es como una promoción sin fin, cuyos frutos podemos obtener sin el menor esfuerzo.

Pero lo cierto es que la Economía nos dice exactamente lo contrario.

Y eso, porque la Economía está en las antípodas de la magia (de hecho, probablemente contribuyó más que la ciencia y la filosofía a arrinconar el pensamiento mágico-holístico en beneficio de una racionalidad fragmentada, pero mucho más potente).

Demás está subrayar el contenido educativo que hay en enseñarle a un niño que al final del día, alguien paga por todo, sea en el nivel individual o en el colectivo. Esto último –los costos sociales- permitiría conectar a los alumnos, desde una perspectiva económica, con los grandes problemas ambientales que enfrenta nuestro planeta y llegar en forma natural a una primera definición del objeto de estudio:

La Economía es una ciencia social cuyo objetivo es la asignación eficiente de recursos que, por definición, son escasos y permiten diversos usos.

Con anterioridad a la invención de la agricultura y al surgimiento del concepto de propiedad en el sentido de dominio de alguien sobre algo, con cierto grado de permanencia en el tiempo, no puede hablarse en rigor de Economía: a mi juicio, la disputa de territorios de caza y de los recursos existentes en los mismos, no puede considerarse un hecho económico, en la medida en que toda “transacción” se basa en último término en el derecho de los Trasímacos y Calicles, esto es en la fuerza, y la explotación de esos recursos es transitoria.

Por otra parte, para que haya Economía tiene que haber previamente grupos humanos organizados, con una reglamentación de las faenas productivas y de la distribución de los frutos del trabajo. Es así como toda actividad económica implica una acción mancomunada, lo que nos lleva a la tercera y última lección:

Sin colaboración no hay desarrollo económico

Este es un concepto central, no sólo en Economía, sino en la evolución de nuestra especie y de nuestro cerebro. Desde los homínidos hasta el homo sapiens sapiens, con sus admirables capacidades de construcción y destrucción, nadie ha hecho nada importante solo. Definitivamente, este mundo no es de los Robinson Crusoe, porque somos animales sociales, que a diferencia de las avispas o las ratas topo, no dependemos exclusivamente de una rígida programación genética. Eso, en último término, explica el origen y la necesidad de la Economía.

Uno podría preguntarse a estas alturas, ¿para qué enseñarle los principios básicos de la ciencia económica a nuestros hijos, si son tan evidentes? Justamente por eso: porque cuando algo nos parece obvio, suspendemos en forma inmediata todo esfuerzo de reflexión y/o de conocimiento sobre ese algo y por lo general perdemos la posibilidad de descubrir y explorar las verdades profundas que suelen enmascararse detrás de la fachada de la obviedad.

Pero, bueno, eso podría ser materia de otro apunte. Para terminar con este, vuelvo al punto de partida y me permito afirmar que lo que he propuesto como introducción a la Economía es más formativo que hacer que los alumnos aprendan de memoria la definición del P.I.B., por cuanto esas tres “lecciones” suponen comprender algunos conceptos económicos elementales y relacionarlos con la experiencia cotidiana de cada alumno, insertándolos además en un marco histórico-antropológico, es decir, dotándolos de sentido.

No pretendo afirmar que esos tres temas agotan lo que puede enseñársele a alumnos de sexto básico sobre Economía. Sin embargo, su conocimiento y aplicación en la vida diaria podría contribuir a formar ciudadanos más responsables, conscientes en el plano individual del valor del esfuerzo propio y ajeno y de que lo que reciben como si fuera gratis es porque sus padres trabajan para dárselo, así que no hay que dejar la llave del agua mal cerrada, y no sólo porque el costo de ese descuido lo absorbemos quienes pagamos la cuenta del agua, sino también porque, como mecanismo de asignación de recursos, es extremadamente ineficiente y no se debe derrochar el agua, ya que con un acto así estamos dañando a otras personas con las que convivimos, y contribuyendo a que se agoten más rápido las reservas de agua dulce del planeta, cuyas temperaturas promedio han ido en aumento por el efecto invernadero producido por los gases con que contaminamos la atmósfera y…

¿Verdad que la Economía puede dar más de sí que la árida y exangüe definición del Producto Interno Bruto como la suma de todos los bienes y servicios finales producidos durante un año en el territorio de un país?

lunes, septiembre 05, 2005

Autonomía y educación


Este cuadro de la primera época de Picasso se llama "Ciencia y Caridad". Puedo dar fe de que no es una mera abstracción visual, porque hace muchos años, en una sala de restauración del Museo de Arte Antiguo de Catalunya, estuve al lado de él, hasta podría haberlo tocado, pero me abstuve –noli me tangere.

La ciencia surgió de la observación sistemática de los fenómenos naturales, o sea de abajo hacia arriba, o por inducción, para decirlo como corresponde. Sin embargo, a la razón le encantan los principios generales; por eso, los niños adquieren rápidamente la capacidad de abstraer y de formar clases lógicas mediante el matrimonio apresurado entre sus incipientes sistemas nerviosos y el lenguaje. El escueto andamiaje de la realidad que formamos en nuestros primeros años, no nos abandona jamás: armamos el mono abstracto y luego nos dedicamos a deducir más o menos repetitivamente, todo tipo de casos particulares, el resto de nuestras vidas. O sea, dejamos de aprender en el sentido más profundo del vocablo.

Como refuerzo de lo anterior, en el colegio nos atiborran con datos inútiles. A fin de cuentas, lo verdaderamente importante que aprendemos en ese tipo de establecimientos educacionales, es a colaborar y a competir con nuestros pares.

El origen de la educación no es otro que la supervivencia. Esto incluye, pero no se limita a, la incorporación de toda esa parafernalia de valores, ritos, prejuicios y similares que hoy se conoce con el nombre de socialización y que es lo que nos permite llegar a ser miembros de pleno derecho de una comunidad y cultura. No obstante, lo primero debería ser desarrollar las competencias y destrezas necesarias para llegar a ser independientes de nuestros padres.

¿En qué medida cumple con ese objetivo la educación formal? Pareciera que lo que los niños aprenden en el sistema escolar de los países occidentales está totalmente sesgado hacia una vacua aplicación de enunciados generales a materias que les resultan ajenas y que se van/los van alienando progresivamente de la realidad en que viven. De esa forma se inhibe la necesidad innata que los niños tienen de descubrir el mundo, para imponerles una versión acabada -con tintes dogmáticos- que se les estimula a tragarse como una píldora.

Coherente con lo anterior, el énfasis está puesto en el resultado (rendimiento) y no en el proceso (aprendizaje). Los niños son condicionados como ratas de laboratorio a obtener calificaciones -que se convierten en un fin en sí- en lugar de conocimientos, con lo que ponemos la carreta delante de los bueyes.

Pero la vida, a diferencia de la ciencia, no es en absoluto abstracta. Nuestra existencia cotidiana no tiene que ver con lo universal, sino con lo particular y concreto. Podemos manejar un auto sin tener la más mínima idea de cómo funciona un motor de explosión ni cuál es la composición química de la gasolina; eso pueden atestiguarlo legiones de mujeres sobre el planeta. Sin embargo, la educación sigue empantanada en la fe en el progreso (científico) del siglo XIX, o peor aún, en la fragmentación cartesiana de la que deriva el concepto de las asignaturas como compartimientos estancos, la disociación cuerpo-mente a partir de la educación básica y, sobre todo, una fe ilimitada en la razón práctica como instrumento de comprensión y dominación del mundo, a través de la ciencia aplicada. ¡Qué fuerte esa frase!

¿Es necesario que una joven aprenda en el nivel del detalle Matemáticas, Biología, Física y Química? ¿No sería preferible interrelacionar esas cuatro disciplinas en una sola propuesta temática que incluyera también Historia de la Ciencia y Epistemología, con lo que se potenciaría cada una de ellas? Resulta paradójico que justamente cuando la educación debiera apuntar a un marco general, caigamos en lo particular estéril, en el “memoriza estas cadenas de aminoácidos” (para que detestes la Biología y la Química al mismo tiempo). ¿Dónde está la inteligencia en todo esto?

Un poco de inteligencia

Para terminar este ya largo apunte, me limitaré a citar cinco elementos que a mi juicio deben estar presentes para que una educación sea efectiva y que, en nuestro país al menos, cuando no brillan por su ausencia, están totalmente depauperados.

1. Aplicar un enfoque holístico al aprendizaje
Énfasis en las conexiones entre las asignaturas y no en su separación
Integración mente-cuerpo en los alumnos
2. Fomentar actitud pensante y crítica, enseñando a debatir y argumentar
3. Buscar la excelencia: ¡no a la nivelación!
4. No sólo inculcar valores, sino mostrar y combatir vicios
5. Formar profesores que sepan sacar partido de la tecnología


Efectivamente, no hay que ser un genio para plantear algo así.

Sin embargo, creo que es necesario volver al sentido común, porque los especialistas se arrebatan con modelos educativos ultratecnificados y a menudo pierden de vista lo más simple e importante: que la verdadera misión de los establecimientos educacionales es formar seres humanos para que se integren en forma capaz y autónoma a la sociedad y no, producir repetidores de datos inadaptados, que intentarán prolongar la adolescencia hasta los 40 años.

lunes, marzo 21, 2005

Yo Soy Kryon del servicio magnético


En una de esas conversaciones de mujeres, el otro día alguien mencionó a los “niños índigo”. Naturalmente, nadie pudo definir con un mínimo de claridad las características que hacen acreedor de tal calificación a un ser humano, por lo que con posterioridad me sentí compelido a averiguar de qué se trataba el tema. Me encontré entonces con un floreciente negocio basado en vaguedades y afirmaciones gratuitas –y contradictorias desde un punto de vista estadístico- pues si “hoy todos los niños son índigo”, difícilmente se puede sostener al mismo tiempo que son “excepcionales”… -lógica del Reader’s Digest.

La denominación proviene de una supuesta aura azul que coronaría a estos fenómenos dotados de una extraordinaria inteligencia y de todo tipo de poderes sobrenaturales. Los eximo de una latera y absurda enumeración de cualidades que para los efectos de esta diatriba son irrelevantes. Me limitaré a manifestar la sospecha de que el único “milagro” subyacente a los niños índigo es la habilidad para reetiquetar un problema y transformarlo, por virtud del lenguaje, en una bendición. En pocas palabras, los índigo en cuestión son una versión New Age de lo que la psicología rotula como niños con “síndrome de déficit atencional”, donde el dudoso Ritalin es reemplazado por no menos dudosas conjeturas sin fundamento, adornadas por una fraseología insoportable en la que la palabra estrella es “canalización”. Como suele ocurrir, la “canalización” es un término nuevo para denotar algo tan antiguo como son los estados de trance, que supuestamente permiten a un espíritu manifestarse a través de un médium: así de simple.

El Sumo Sacerdote de este negocio es un tal Lee Carroll, a.k.a. Kryon, que, al igual que Iván Zamorano, habla de sí mismo en tercera persona:

Kryon ha canalizado pedazos y partes de información en relación con los niños "indigo", y es ahora el momento de revelar algunas cosas de lo que tenemos ante nosotros referente a este tema. No hay todavía una información canalizada precisa de Kryon sobre este asunto, así que les daré una sinopsis, tanto de lo que Kryon ha dicho como de mis experiencias relacionadas con los indigos a lo largo de mis viajes.

Todo lo que sigue es un nonsense interminable que no apunta a ninguna parte, más que a aumentar los ingresos del Sr. Carroll, que ha viajado por todo el mundo proclamando la Buena Nueva y recogiendo la plata que esta genera.

¿Pero quien es Kryon?. Kryon es una gentil y amorosa entidad que se encuentra actualmente en la Tierra, desde el año de l991, para ayudar a movernos hacia la alta energía de lo que llamamos "La Nueva Era". Canalizadas en sesiones en vivo por Lee Carroll, las inspiradas palabras de Kryon, han cambiado vidas y brindado amor y luz hasta algunos de los más oscuros y ocultos rincones de nuestro ser interno.

Todos los mensajes de Kryon comienzan diciendo: Yo Soy Kryon del servicio magnético. No es ninguna casualidad que estas palabras encuentren la forma de llegar a sus mentes y de penetrar en sus espíritus, pues todos ustedes se hallan en una fase de descubrimiento.

Como puede verse, los que escriben no son índigo precisamente, pues probablemente aquellos serían capaces de escribir “quién” con acento y no confundir la ele con el número uno.

Yo Soy Kryon del servicio magnético... En fin, hay que tener estómago para tragarse algo así. Pero si ustedes creen que esto es lo mejor que ha producido la distorsionada corriente del New Age, es porque no han leído todavía “El Libro de Urantia”.

Example

"The Urantia Book, first published by the Urantia Foundation in 1955, was authored by celestial beings as a special revelation to our planet, Urantia."

Más "canalizaciones"... y más negocios. De hecho, quien recibió esa "revelación" fue un tipo conocido como el "sujeto durmiente", lo que da un aura de seriedad inmediata al Libro.

El pensamiento del día del Libro de Urantia:
"La oración está destinada a hacer que el hombre piense menos y comprenda más;
no está destinada a incrementar el conocimiento, sino más bien a ampliar el discernimiento." [p. 1616, par. 6]

Este mamotreto de 2.097 páginas, da respuestas a "todo lo que usted quería saber": desde la creación de los Universos hasta los atributos de la divinidad, o de las divinidades, pues como bien dice Martin Gardner en su obra "Urantia: The Great Cult Mystery", el panteón de los griegos palidece al lado del de Urantia. Por otra parte, si no fuera por su abierta pretensión de ser un libro religioso "destinado a corregir los errores de la Biblia", bien podría tomárselo por un texto de ciencia ficción. Para que se hagan una idea de la cosmología urantiana, la Tierra es el planeta Nº 606 de Satania, que está en Norlatiadek, que está en Nebadón, que está en Orvonton, que orbita alrededor de Havona, todos los cuales a su vez dan vueltas alrededor del centro de la infinitud donde Dios habita...

La profusión de nombres cacofónicos y de referencias a una multi-constelación de astros inventados es alucinante. Al lector se le atiborra con nombres y términos ad hoc que, en la práctica, no explican nada, pero marean harto, probablemente para lograr el conocido efecto huaso que se enuncia de la siguiente manera: "si no entiendo nada, debe ser importante..."

Han pasado 2.500 años desde que Aristóteles formalizó la Lógica y con ello puso los cimientos del pensamiento racional. Sin embargo, una parte considerable de la Humanidad sigue firmemente afincada en una irracionalidad que se resiste a ceder su historia de siete millones de años. El movimiento de la Nueva Era, con su cháchara pseudo-esotérica, pseudo-oriental, pseudo-alternativa, es en rigor un retroceso al oscurantismo ya no de la Edad Media, sino del Paleolítico, basado en una apelación a la candidez de gente que supone que las conquistas espirituales se pueden lograr sin esfuerzo, por intervenciones de ángeles, extraterrestres o lo que sea, pero siempre externo a ellos. Así como gastan su plata en aparatos mágicos para adelgazar, están gozosamente dispuestos a regalarle su dinero a quienes les prometen felicidad y paz. Y no sólo el dinero, sino sus mentes, e incluso sus vidas... ¡Qué especie más penosa!